20 octubre 2007

Los conservadores son unos bromistas

Paul Krugman

En 1960. John F.Kennedy, que se había quedado escandalizado ante el hambre que había visto en Virginia Occidental, convirtió la lucha contra el hambre en uno de los temas de su campaña electoral para la presidencia de los Estados Unidos. Después de ser elegido, creó el programa de cupones de comida que hoy sigue ayudando a millones de estadounidenses a obtener alimentos.
Sin embargo, Ronald Reagan pensaba que el problema del hambre en el país más rico del mundo era una broma. En su discurso titulado “Tiempo de elección” que pronunció en 1964 y que hizo de él una figura política nacional, proclamó: Hace 4 años nos dijeron que 17 millones de personas se iban a la noche a la cama con hambre. Seguro que era verdad. Estaban todas a dieta”.
Los grandes conservadores de hoy son herederos de Reagan. Si Vd. es pobre, no tiene seguridad social o está enfermo no debe pensar que tiene un asunto serio, es más debería pensar que es hasta divertido.
Recientemente, el presidente Bush vetó una ley que pretendía ampliar el S-ship, el Programa Estatal de Seguro de Salud Infantil, que ofrece cobertura sanitaria a unos 3,8 millones de niños que, sin él, no la tendrán. Anticipándose a ese veto, que ya estaba anunciado, William Kristol, el director del Weekly Standard dijo: “En primer lugar, cada vez que oigo decir que algo es un ataque despiadado contra nuestros niños, suelo pensar que es una buena idea. Me alegro de que el presidente este dispuesto a hacer algo malo en contra de los niños” ja, ja.
En general los conservadores suelen ser más cuidadosos que Kristol. Tratan de guardar las apariencias de que sí les importan los que son más desafortunados que ellos. Pero la verdad es que no les preocupa que casi nueve millones de niños en los Estados Unidos carezcan de seguro de salud. Piensan que eso no es un problema.
“Pero bueno, por supuesto que la gente tiene acceso a la asistencia sanitaria en Estados Unidos”. Dijo Bush en Julio “No tiene más que ir a urgencias”.
Y el día del veto, Bush negó todo el asunto de los niños sin seguro y dijo que era un mito creado por los medios. Hablando de los gastos del Medicaid (el programa de asistencia sanitaria para personas con bajos ingresos), que se queda sin llegar a muchos niños, declaró que “cuando dicen que los niños pobres no están protegidos en Estados Unidos, cuando oímos eso en las pantallas de nuestros televisores, yo les aseguro que hay 35.500 millones de dólares de razones para no creérselo”.
No son sólo los pobres los que ven cómo desprecian y se burlan de sus penalidades. Los enfermos reciben el mismo trato.
Antes de las últimas elecciones, el actor Michael J. Fox, que padece la enfermedad de Parkinson y se ha convertido en un paladín de la investigación con células madre que podría permitir hallar una cura, hizo un anuncio en apoyo de Claire McCaskill, la candidata demócrata por el estado de Missouri. Era un anuncio muy efectivo, en parte porque la enfermedad quedaba muy patente.
Rush Limbaugh con el mismo estilo con el que, hace poco, aseguró que los militares que se oponen a la guerra de Irak son “soldados hipócritas” y después comparó a un veterano herido que le había criticado por decir eso con un terrorista suicida, se apresuró a acusar a Fox de estar fingiendo. “En el anuncio, está exagerando los efectos de la enfermedad. No para de moverse y agitarse y es todo teatro” ja, ja, ja.
Por supuesto, quitar importancia a los sufrimientos de los demás y reírse de ellos es una estrategia natural en unos personajes políticos que proponen reducir los impuestos a los ricos y dar menos ayuda a los pobres y desfavorecidos. Pero creo que la falta de empatía que muestran Limbaugh, Kristol y sí, incluso Bush es genuina y no fingida.
Mark Crispin Millar, autor de The Bush Dyslexicon, hizo en una ocasión una observación muy llamativa: las famosas equivocaciones que comete Bush al hablar, frases absurdas como “sé lo difícil que es para usted poner comida en su familia” y otras semejantes, se producen siempre cuando Bush intenta parecer caritativo y compasivo.
Por el contrario, Bush se expresa muy bien e incluso respeta la gramática cuando habla de castigar a la gente; entonces está hablando con el corazón. El único momento en el que Bush se mostró animado durante las inundaciones de Nueva Orleáns fue cuando declaró que habría que tener “tolerancia nula con la gente que infringiera la ley”, incluso las que irrumpieran en tiendas abandonadas para conseguir agua y comida que su Administración no estaba proporcionándoles.
Lo que ocurre, seguramente, es que el movimiento conservador moderno atrae a un tipo determinado de persona. Si uno se identifica con los oprimidos, aunque sea un poco, no encaja en él. Si cree que ridiculizar los problemas de otras personas es una forma apropiada de reaccionar, ese es su sitio.
No parece que la desilusión de los republicanos respecto a Bush vaya a impulsar ningún cambio en ese sentido. Al contrario, los principales candidatos del Partido Republicano han hecho todo lo posible para condenar el “socialismo”, que es como ellos califican cualquier intento de ayudar a los menos afortunados.
De modo que, en Estados Unidos, si usted es pobre, o está enfermo, o no tiene seguro medico, recuérdelo: esa gente cree que sus problemas son divertidos.

NewYork Times