20 septiembre 2006

El grito de California: la manipulación de los precios de la electricidad




Paul Krugman
Las personas que no entienden demasiado de economía parecen figurarse, a menudo, que los economistas se sitúan en dos campos: o son de tipo conservador y partidarios del libre mercado, o son progesistas defensores de la intervención del Estado, y las dos mitades jamás se encontraran. De hecho, existe mucho menos desacuerdo entre sus profesionales de lo que la leyenda admite. En concreto, los economistas con una postura política progresista en general, como yo, sienten a menudo un gran respeto por la eficacia de libre mercado.
Sin embargo, respetar los mercados no significa utilizarlos. En ocasiones, los mercados se portan mal, y los últimos años se han producido algunos ejemplos espectaculares de lo que los economistas denominan fallos del mercado, con unas consecuencias en extremo desagradables para la población.
Este artículo se centra en la crisis energética de California de 2000 al 2001, cuando el intento de aflojar más las riendas a las fuerzas del mercado, mediante la desregulación del mercado de la electricidad acabó en el desastre. La naturaleza de ese experimento fallido quedó oscurecida por los rígidos prejuicios a favor del mercado libre. Se ha convertido en un artículo de fe entre numerosas personas, y ciertamente entre los expertos, la idea de que los mercados siempre tienen razón, y de que la reglamentación es siempre algo negativo. Por tanto, cuando California de pronto se encontró con unos precios del suministro eléctrico exorbitantes y con apagones constantes, la mayor parte de los analistas sabían que tenía que deberse a un error del gobierno, por una desregulación defectuosa (aunque nunca precisaron, en exceso, el defecto de que se trataba). Además, echaron la culpa los ecologistas, quienes supuestamente habrían impedido que la industria energética adquiriera la capacidad suficiente.
No obstante, examiné la cuestión con una mente libre de prejuicios y, lo que aún es mejor, con suficientes conocimientos económicos como para encontrar algunos verdaderos expertos en la materia y comprender lo que opinaban. Tuve claro, enseguida, que el desastre de California no era una consecuencia de la falta de capacidad productiva, sino el resultado de la manipulación del mercado que los productores y los vendedores de energía habían realizado.
Al principio, permanecí prácticamente sólo, defendiendo ese punto de vista; las pruebas, aunque de peso, eran circunstanciales, y apuntaban en sentido opuesto a los prejuicios dominantes. Sin embargo, con el tiempo los hechos salieron a la superficie y resultaron convincentes, incluso para los que no son economistas: documentos detallando estrategias para "jugar" con el mercado y, hasta grabaciones de suministradores diciéndoles a los operadores de las plantas que las pararan. A estas alturas, resulta evidente que una gigantesca maniobra había sucedido en el mercado, a plena luz, y que casi nadie deseaba creerse lo que estaba ocurriendo.
¿Por qué estaba la gente tan dispuesta a dejarse convencer de que los ecologistas eran los responsables de las crisis de California, si nunca llegó existir la menor prueba al respecto? podemos achacarlo a otro mito, el de la incompatibilidad del mercado libre con la protección ambiental. En efecto, los ecologistas radicales y los defensores extremistas del libre mercado, tienen en común la creencia de que la buena economía y los valores ecologistas no se mezclan. Sin embargo, eso no es cierto: la economía del libro de texto nos ofrece muy buenas razones para la protección del medio ambiente, al reconocer que el daño medioambiental comporta unos costes que son tan reales como los gastos monetarios más convencionales. Los economistas entre los que me incluyo, critican, a menudo, el modo en que funciona nuestra política medioambiental convencional, si bien, se trata de una crítica a los medios, más que a los fines: una regulación más inteligente no implica una menor protección del medio ambiente.
Con todo, nuestro poder político actual a pesar de que se habla, en ocasiones, de mejorar la política medioambiental, da la impresión más bien de que se desea disminuir la regulaciones de todo tipo. En efecto, el gobierno de hecho es antiecologista, en grado sumo, quizá porque un buen número de sus miembros así como una parte de la financiación de su campaña proviene de las industrias extractivas: petróleo, carbón, madera, etc acertada o equivocadamente, gran parte del mundo piensa hoy que Estados Unidos presionó a los demás países para que abrieran sus mercados, y que luego se negó aceptar su responsabilidad, cuando la especulación con las monedas y otros desastres del mercado afectaron negativamente a sus economías. Ofrezco a continuación algunas reflexiones.
10 de diciembre 2000

INTRODUCCION
Se suponía que la industria energética de California, que cuenta con una desregulación que permite a los productores vender toda la electricidad que la red pueda soportar, trasmitía energía de una forma barata y limpia. Sin embargo, el Estado se enfrenta un déficit de suministro tan acusado que el gobernador ha apagado las luces del árbol oficial de Navidad; tal escasez ha sido extremadamente rentable para las empresas energéticas, y ha levantado la sospecha de la manipulación del mercado.
La experiencia suscita interrogantes acerca de la desregulación desde una perspectiva más amplia sobre los peligros de confiar ciegamente en los mercados.
Es cierto que una parte del problema de California lo constituye el incremento inesperado en la demanda de energía eléctrica, consecuencia de una economía en auge. Es posible que la crisis se hubiera producido incluso sin la desregulación.
Con todo, es probable que no. En los viejos y malos tiempos, las empresas eléctricas monopolizadoras tenían asegurados unos importantes beneficios, aunque dispusieran de un exceso de capacidad. Por lo tanto, crearon más capacidad productiva de la que necesitaban, de modo que pudieran satisfacer incluso una demanda inesperadamente elevada. No obstante, en el mercado desregulado, en el que los precios fluctúan constantemente, las empresas sabían que si invertían en exceso, los precios y los beneficios se hundirían. De ese modo, se mostraron reacios a construir más centrales, lo que constituye el motivo principal por el que una elevación repentina de la demanda haya acarreado la falta de electricidad y la subida vertiginosa de los precios.
Usted podrá decir que no hay nada malo en eso, a largo plazo. Resultaba costoso crear una capacidad adicional para la generación de energía, y los costes se traspasaban al consumidor, mientras los precios fluctúen en un sistema con menos períodos de baja actividad, los consumidores, de media, pagarán menos. En efecto, los libros de texto de economía sugieren que, en realidad, es bueno que los precios de la electricidad se disparen cuando el suministro escasea: eso es lo que les proporciona las empresas eléctricas el incentivo para invertir. Por lo tanto, usted podría argüir que la intervención pública no sería necesaria; que, de hecho, los que todavía colocan un límite máximo a los precios de la electricidad sólo empeoran el problema, de modo que deberíamos confiar en la competencia del mercado para solventar las crisis.
Sin embargo, ¿es competitivo el mercado de la electricidad?. Lo que convierte la crisis del suministro eléctrico de California en un asunto explosivo, desde el punto de vista político, es la sospecha de que el déficit no se debe sólo a una capacidad de producción inadecuada sino también a unos precios elevados de forma artificial.
¿Cómo funciona la manipulación del mercado? imagínese un día caluroso de julio, cuando los aparatos de aire acondicionado están funcionando al máximo en todo el Estado, y a las eléctricas produciendo energía cerca del límite de su capacidad. Si una parte de esa producción baja de pronto, por cualquier razón, la escasez resultante acarrearía una subida vertiginosa de los precios de la electricidad al por mayor, por consiguiente, en realidad una gran empresa eléctrica podría aumentar sus beneficios inventándose problemas técnicos que hiciera que algunos de sus generadores dejaran de estar operativos, elevando así el precio que obtuviera por la producción restante.
¿Ocurre esto en realidad?. Un reciente informe de trabajo de la agencia nacional de investigación económica, aporta pruebas de que precisamente ese tipo de manipulación del mercado es el que sucedió en el Reino Unido antes de 1996, y en California durante los veranos de 1998 y 1999.
No se esperaría, normalmente, que ese tipo de problema sucediera en los meses más fríos, cuando la demanda es menor. Sin embargo, los funcionarios del Estado, como es comprensible, se han vuelto suspicaces acerca de la actual emergencia eléctrica en California, la cual se ha agravado por el extraño hecho de que alrededor de una cuarta parte de la capacidad generadora del Estado se encuentra parada, como consecuencia de reparaciones proyectadas o de averías.
Tal vez las empresas eléctricas de California no estén amañando los precios de la electricidad, no obstante, resulta evidente que poseen tanto los medios, como el incentivo para hacerlo, y uno ha de preguntarse por qué los responsables de la desregulación no tuvieron en cuenta esa posibilidad y por qué tampoco se hicieron las preguntas obvias acerca de si el mercado que se proponían crear, funcionaría de hecho, como anunciaban.
Quizá ésa sea la lección más importante del desastre: no hay que lanzarse a una solución del mercado libre si existen serias dudas sobre si ese mercado funcionará. Tanto los análisis económicos como la experiencia británica deberían haber hecho sonar las señales de alarma acerca del sistema de desregulación de California; sin embargo, los entusiastas de las soluciones de libre mercado para todo, desde la prescripción de medicamentos a la educación, desatendieron estas advertencias.

LO IRREAL
18 de febrero de 2001
La traición nunca prospera: porque, bueno...., si prospera, nadie se atrevería a llamarla traición, por suerte, el listón hoy está más bajo. Una versión moderna de este dicho podría ser: la desregulación nunca falla: ¿cuál es el truco? pues que, cuando falla dicen que no se trataba realmente una desregulación.
A primera vista, el bloqueo eléctrico de California constituye una lección objetiva acerca de los riesgos que implica la desregulación. Se suponía que la magia del libre mercado proporcionaría energía abundante, barata y limpia; por el contrario, el Estado no sólo se enfrenta los apagones y a una subida vertiginosa de los precios, sino también a las constantes peticiones de suavizar las normas de calidad del aire. Los únicos puntos luminosos, literalmente hablando, son unas pocas ciudades, Los Angeles entre ellas, que poseen sistemas generadores propios.
No obstante, un coro creciente de voces niega que la desregulación tuviera la culpa. Según lo que parece se está convirtiendo la opinión generalizada: han sido los burócratas entrometidos quienes impidieron que el Estado dispusiera de una desregulación real, pues implantaron, en su lugar, un sistema indefinido que combinaba las características más negativas de los dos sistemas. Es esta una perspectiva conservadora que permite que los auténticos creyentes en la infalibilidad del libre mercado mantengan su fe y, asimismo, que los defensores de la desregulación en otros Estados sigan proclamando eso no puede ocurrir allí.
Bueno...., un examen detenido de la afirmación de que la desregulación californiana no fue real, sugiere que lo que ha sucedido es que la desregulación en verdad se hizo mal, y, por lo tanto, no fueron sus defectos los que causaron la catástrofe.
Para comprender los límites de la desregulación en California, hay que recordar que ésta segregó a las eléctricas en dos segmentos. Los generadores, por lo general pertenecientes a empresas no estatales, producen la energía y la venden al por mayor a las empresas de suministros públicos, que, a su vez, la venden al por menor a los consumidores.
Uno de los puntos en que California no se desreguló totalmente fue en que, mientras se dejaron fuera de control los precios del mercado al por mayor, el Estado siguió fijando los de las empresas de servicios. Eso llevó a que, incluso cuando el déficit de electricidad hacía que los precios al por mayor se dispararan, los hogares y los comercios carecían de un incentivo económico para ahorrar energía, la historia del control de los precios al por menor resulta algo extraña; de hecho, como era una medida transitoria que tenía como objetivo favorecer a las empresas de servicios, permitiéndoles obtener algunos beneficios extraordinarios ante la esperada bajada de los precios al por mayor. Sin embargo, resultó que la rigidez de los precios al por menor dificultó al Estado poder enfrentarse a la crisis.
Sin embargo, ¿habría sido todo distinto si esos precios no se hubieran fijado? Todos los datos indican que, para que se redujera la demanda lo bastante como para acabar con la escasez actual, los precios de la electricidad al por menor, tendrían que experimentar una enorme subida, lo cual sería políticamente inaceptable de hecho, en San Diego, la congelación original de los precios al por menor terminó antes de que surgiera la crisis. No obstante, cuando los precios se triplicaron de pronto en el pasado verano, una tempestad de protestas forzó la imposición de los controles.
Otro aspecto en que la desregulación fue incompleta residión en el hecho de la imposibilidad de que las empresas de suministro firmaran contratos a largo plazo para comprar energía, con la obligación, por el contrario, de comprar electricidad al por mayor en el mercado al contado, de corto plazo. La elevación vertiginosa de los precios en ése mercado ha llevado la quiebra a las empresas de suministro y ha obligado al gobierno estatal a gastarse miles de millones de dólares para mantener el suministro eléctrico. Si las empresas de suministro hubieran contratado el abastecimiento en gran cantidad a precios más bajos, no estarían en quiebra pero aún así perderían dinero.
Aunque los contratos a largo plazo habrían pospuesto el día del ajuste de cuentas financiero, ¿habrían asimismo permitido que hubiera más energía disponible? algunos opinan que sí: en el caso de que gran parte de su producción estuviera contratada a largo plazo, los generadores de energía tendrían menos poder de mercado, es decir, menos incentivos para restringir la producción con el fin de elevar los precios a corto plazo. Los generadores por supuesto, niegan tajantemente que estén haciendo algo semejante, a pesar de las pruebas circunstanciales demuestren lo contrario. Si aceptamos que lo que dicen es verdad, los contratos a largo plazo no habrían hecho nada para evitar el presente déficit energía.
De todos modos, ¿de quien fue la idea de impedir los contratos a largo plazo?. En 1999, varias de las empresas de suministro más importantes solicitaron el derecho a firmar este tipo de contratos. Las asociaciones de consumidores, que al principio ponían reparos, terminaron por aceptar la petición. No obstante, los responsables de la regulación rechazaron la propuesta, sobre todo, debido a que cualquier modificación de las reglas para que se permitiesen esos contratos se encontró con la oposición feroz de los generadores como ya habrán adivinado. Se está creando un mito que muestra a California como una víctima, aunque no de una de desregulación fallida, sino de duros políticos, casi socialistas, que no dieron a la desregulación la oportunidad de funcionar. Bueno, las cosas no ocurrieron así, los defensores de la desregulación deberían dejar de inventarse excusas y examinar con seriedad qué fue lo que salió mal.

EL PRECIO DEL PODER
24 marzo 2001
Bienvenido al Cártel de California. La semana pasada, un informe del operador del sistema independiente que gestiona la red eléctrica de California, hizo una revelación semioficial: la crisis del suministro eléctrico del Estado Dorado es en parte el resultado de la manipulación del mercado que efectuaron las empresas generadoras de energía. El informe sostiene que éstas cobraron a las empresas de suministro del Estado, que distribuye la electricidad a los consumidores, un sobreprecio de más de 6 mil millones de dólares a lo largo de un periodo diez meses.
Es casi seguro que las autoridades federales no le harán caso al informe, pero volveré a esa cuestión enseguida. En primer lugar, necesito aclarar un par de cosas acerca de lo expuesto en el documento. El informe ISO (del operador del sistema independiente), no declara que los generadores de energía participaran en una amplia conspiración, de hecho, yo no debería de haber aplicado la palabra “cártel” en la primera frase a los generadores, no les hizo falta conspirar: la lógica de la situación hizo que a cada empresa le resultará muy fácil, casi irresistible, manipular de forma individual el mercado. En efecto, para pensar que los generadores no actuaran de ese modo habría que suponerle santos o pésimos negociantes, puesto que tendrían que haber hecho caso omiso de una oportunidad evidente de incrementar sus ganancias.
Imagínense la situación: estamos en un verano caluroso y el mercado de la electricidad en California es muy rígido. Si usted es una de las grandes empresas que venden electricidad al por mayor seguramente se le ocurrirá lo siguiente: ¿qué pasaría con los precios si una de mis centrales eléctricas sufriera una avería? Y cuando las empresas ponen en práctica esa ocurrencia.......bueno, ya pueden figurárselo........
Es importante, asimismo, percatarse de que la acusación de que las eléctricas estaban reteniendo la producción de electricidad, con el fin de incrementar los precios, no salió de la nada cuando se produjo la crisis; no se trataba de un caso en que los políticos, de pronto, se pusieran a buscar un chivo expiatorio, al contrario, los economistas estaban agitando la bandera roja, advirtiendo ante la posibilidad de que se manipulara el mercado, mucho antes de que los infortunios californianos llegaran a los titulares. De hecho, algunos economistas expresaron su preocupación sobre el asunto, antes de que se llevará a cabo la desregulación en California: existían pruebas claras de que el poder de mercado ya representó un problema al Reino Unido, pues allí se empezó a llevar a cabo la desregulación y la privatización, años antes de que ese proceso llegara a Estados Unidos.
Además, las pruebas resultantes de las investigaciones siguieron acumulándose, poco antes de que el ISO presentara su informe, los economistas Joskow y Kahn divulgaron un estudio que revelaba que habían encontrado pruebas significativas que demostraban que el ejercicio del poder del mercado desempeñó un papel importante la elevación de los precios de la electricidad durante el pasado verano.
Los autores no son de izquierdas, ni siquiera se oponen a la desregulación, procuraban sencillamente analizar los hechos de una manera objetiva, lo que les llevó, de forma casi irrefutable, a la conclusión de que la retención intencionada de electricidad para incrementar los precios había desempeñado un papel importante en la crisis de California.
Con todo, existen razones para pensar que el Gobierno de Washington hiciera oídos sordos a esos análisis tal como el viernes exponía en un artículo este periódico la comisión reguladora de la energía (FERC) que supuestamente debería actuar como el perro guardián nacional de la industria energética, y en los últimos tiempos se asemeja más bien a un perrito faldero. Me impresionó, sobre todo, el hecho de que el equipo de la comisión federal reguladora de energía descubriera que las empresas energéticas poseían la capacidad potencial de ejercer poder de mercado, si bien no pudo concluir que, en efecto, lo habían utilizado. Como ya he dicho, estos generadores de energía habrían de ser santos o pésimos negociantes.
¿Qué deberían estar haciendo los legisladores? Soy escéptico con la propuesta de obligar a los generadores a pagar altas multas; no está claro que sea posible descubrir qué empresa fue la responsable del problema y tampoco de qué porcentaje del mismo o incluso, demostrar que los generadores estuvieran haciendo algo ilegal. Lo que la comisión federal reguladora de la energía sí puede hacer, es imponer a los precios al por mayor un tope transitorio. Eso limitaría el daño financiero de California; actualmente el gobierno estatal se gasta más de mil millones de dólares al mes en subsidios para la compra de electricidad. Asimismo, en un mercado en que el ejercicio de poder del mercado representa factor importante, el tope del precio al por mayor podría, en efecto, elevar el suministro, puesto que las empresas de energía ya no tendrían el incentivo de retener la electricidad para elevar los precios.
Sin embargo, eso no va a ocurrir, échese la culpa al reflejo ideológico del libre mercado o a la influencia política de las eléctricas (muchas de las cuales tienen su sede, cómo no, en Tejas). Cualquiera que sea la razón es difícil imaginarse un gobierno menos proclive a solidarizarse con la situación de California, que el que ostenta el poder en estos momentos, y ésta indiferencia enfada a los californianos, así es como debe ser.

EL LOBO REAL
29 de abril de 2001
Hace poco recibí una carta de un economista al que respeto, en la que me regañaba por mis artículos al estilo de Raph Nader sobre la crisis energética de California. No podía creerse que la manipulación del mercado realizado por las empresas energéticas pudiera ser un asunto importante; tenía la impresión de ser el tipo de cosa que se oye a los que tienen reflejos izquierdistas, que echan la culpa de todos los problemas a los codiciosos capitalistas, tanto si se trata de la pobreza del Tercer Mundo, como de los alquileres excesivos. La izquierda ha gritado tantas veces ¡que viene lobo!, que las personas sensatas han aprendido a no hacer caso de ese tipo de afirmación.
Sin embargo, ahora ha llegado un lobo de verdad y su comportamiento voraz está causando estragos terribles en nuestro Estado más populoso, si bien nadie se lo quiere creer.
Es cierto, que California habría tenido cortes de energía eléctrica veraniegos aunque la desregulación no se hubiera producido, además, incluso si existiese una competencia viable en el mercado de la electricidad al por mayor, los precios en ese mercado sufrirían subidas acentuadas en los momentos de máxima demanda con lo que transferiría miles de millones de dólares de los contribuyentes, o de los consumidores, a los generadores de energía.
No obstante, los indicios de que hoy no existe una competencia factible en el mercado energético de California son abrumadores, como también lo son los de que la actitud de los generadores “de jugar con el sistema” ha magnificado notablemente la crisis. El punto clave es que California, en cierto modo, ha permanecido la situación déficit casi continuo de electricidad con unos precios al por mayor extremadamente altos, con independencia del nivel de la demanda. Una serie interrupciones ha mantenido, de forma muy conveniente y, muy rentable, el mercado eléctrico con falta de suministro, incluso durante los periodos de baja demanda, cuando tendría que haber existido un gran exceso de capacidad.
Tal como ha señalado Wolak, economista de Stanford que también asesora a la red eléctrica del Estado de California, una interrupción del suministro en una central eléctrica es algo muy parecido a lo del empleado que llama a su jefe diciendo estar enfermo. No se puede saber si está realmente enfermo o si decidió tomarse el día libre, aunque pueden buscarse pruebas circunstanciales. Estas han convencido a Wolak de que los generadores utilizan las interrupciones forzadas del suministro de manera estratégica, para retirar capacidad mercado, punto de vista compartido por un número creciente de investigadores.
Lo que nos lleva al último movimiento de la comisión reguladora de la energía (FERC). El miércoles, ésta decidió ofrecer, en apariencia, algún alivio a California, y estableció nuevos precios máximos para el mercado eléctrico del Estado. Digo en “apariencia” porque, cuanto más se analiza el plan, menos parece que pueda ser de alguna ayuda. En efecto, la medida se aprobó por dos votos contra uno, siendo el voto en contra del único comisionado, Massey, que se había mostrado favorable a las demandas de control de precios, quien argumentó que resultaría ineficaz. Qué tiene de malo el plan de la FERC. En primer lugar, sólo poner topes a los precios en condiciones de emergencia, pasando por alto el hecho de que los precios de la electricidad se han mantenido a una altura difícilmente explicable, incluso cuando no existía ninguna emergencia. El plan, de hecho, está diseñado como si el mercado eléctrico fuera realidad competitivo, pese a todas las pruebas en contra.
En segundo lugar, hasta esos topes de emergencia se encuentran repletos de agujeros que ofrecen amplias oportunidades para lo que de denomina el lavado de megavatios: la energía se vende a empresas asociadas que, por una razón u otra, están exentas de los controles de precios (por ejemplo, los controles no se aplicarán a las importaciones desde los Estados vecinos), y luego se vende "de nuevo" en el mercado de California. Severin Borenstein del instituto energía de la universidad de California, añade que, como los precios permitidos dependen del costo de producción de la central menos eficiente, los generadores tendrán una evidente incentivo para producir con ineficiencia: “Preveo que nos encontramos con algunas centrales de las que nunca habíamos oído hablar antes y que de pronto estarán funcionando otra vez, y que serán ineficientes en grado sumo”.
El veredicto general parece ser que no se trata de un plan serio. Existen propuestas que sí lo son, en efecto, el otoño pasado, Wolak presentó una que fue bien recibida por otros expertos, pero la FERC las ha descartado todas.
La interpretación caritativa es que la FERC todavía no ha entendido la situación y que, sencillamente, no puede creerse que, esta vez, el lobo es real. La poco caritativa es que la medida de la semana pasada tenía como finalidad fracasar y considera el plan de la comisión como un gran ejercicio de simulación sin sustancia... un movimiento temporal muy inteligente por parte del gobierno para desviar cualquier repercusión política del desastre que se avecina.
Cualquiera que sea la explicación, el hecho es que la FERC y el gobierno aún tienen que ofrecer a California una buena solución.


ENCENDER CALIFORNIA
27 de julio 2001
Se suponía que esos californianos flojuchos, con todo su “rollo” sobre la conservación y su hostilidad hacia la gran energía, se pasarían este verano sudando a mares en la oscuridad, sin embargo, los acontecimientos no están siguiendo el guión. El verano ha comenzado, pese a lo cual el suministro eléctrico ha sido adecuado, y además los precios han sido bastante razonables. En efecto, los últimos días la electricidad al por mayor, que llegó venderse a 750 dólares el megavatio/hora, el pasado año durante esa misma estación, se ha puesto a menos de 100 dólares y en ocasiones a menos de 50.
Todos somos reacios a comentar esta buena nueva, por miedo a que decir algo optimista se convierta en una profecía contraproducente. Todavía es posible que las cosas vayan bastante mal, con todo, el contraste entre las terribles expectativas del cuadro relativamente benigno hasta el momento, exige una explicación.
Una razón importante para la mejora experimentada en la situación energética de California, se encuentra en el ahorro energético, si tenemos en cuenta las temperaturas, los consumidores californianos están gastando este verano entre un 5 y un 10% menos de electricidad de lo esperado.
Otra razón es la caída brusca del precio del gas natural, un hecho que tiene gran importancia en los costes de producción de energía, enseguida hablaremos más de ello.
El factor más importante en el giro que ha experimentado la situación, sin embargo, es que las centrales eléctricas del Estado están otra vez funcionando. En marzo, con los aparatos de aire acondicionado apagados, debería haber existido mucha capacidad de producción de reserva. Pero alrededor de 15.000 megavatios, un tercio de la capacidad del Estado, misteriosamente no se encontraba disponible. Ahora la capacidad no conectada es inferior a 4.000 megavatios.
¿Por qué han vuelto funcionar las centrales eléctricas estatales? Más concretamente, ¿por qué no funcionaron cuando el Estado necesitó desesperadamente energía, y los precios estaban mucho más elevados que ahora?.
Numerosos economistas aceptan en estos momentos la respuesta incómoda: los generadores sustrajeron electricidad al mercado de forma deliberada con el fin de subir los precios todavía más. Hasta hace poco, las pruebas en favor de esa manipulación del mercado eran puramente circunstanciales; no obstante, ahora las declaraciones de primera mano de antiguos empleados de una planta generadora las han reforzado.
Entonces, ¿por qué cesó la manipulación del mercado? En este momento, los generadores venden gran parte su producción a través de contratos a largo plazo con el Estado, lo que reduce su incentivo para que eleven los precios en el mercado a corto plazo. Sin embargo, la razón principal es, con toda probabilidad, que la intensa vigilancia pública, que culminó en la reciente decisión de regular en el ámbito federal la imposición de topes a los precios, ha convertido a los generadores de que es preferible portarse bien. (Es posible que los detalles de los precios máximos resulten menos importantes que la demostración de que los responsables de la regulación están dispuestos, al fin, a regular algo)
La historia del gas natural es semejante. El pasado año, El Paso Gas Natural, que controla uno de los gasoductos fundamentales que abastecen a California, arrendó una buena parte de la capacidad del mismo a su propia filial de comercialización. Esa filial ha sido objeto de reiteradas denuncias que la acusan de utilizar su control para retirar gas del mercado californiano, lo cual eleva los precios. La empresa niega esa acusación, alegando que un documento interno que se refiere a la “capacidad de influir en el mercado físico, para beneficio de cualquier posición financiera marginal” no quería decir lo que decía. No obstante, cuando el arrendamiento expiró a principios este mes, los precios del gas en California descendieron enseguida un 50%.
De ese modo, parece que lo peor ha pasado antes de lo que todos esperaban. Una ola de calor todavía puede ocasionar una cadena de apagones. Sin embargo, el tiempo está de parte de California; nuevas centrales eléctricas empezarán a funcionar dentro de unas semanas, y muchas otras lo harán a lo largo de los próximos 18 meses.
El gran perdedor de todo éste asunto, pues siempre hay alguien que sale herido, incluso por la buenas nuevas es, por supuesto Dick Cheney el arquitecto del plan adjetivo de perforar y quemar del gobierno Bush.
Recuerdese que Cheney en su momento descartó con desprecio la conservación de la energía como un mero signo de virtud personal, y criticó con acritud a los que estaban a favor del control de precios. Ahora, la situación, de pronto, empieza a mejorar, en parte, a causa de la conservación y en parte por el control de precios y la amenaza de una mayor intervención gubernamental, han frenado la manipulación del mercado por parte de los productores de la energía.
En otras palabras, ha resultado que Cheney que se enorgullece de su mentalidad realista, ingenuamente, no tenía contacto con la realidad, y que los auténticos realistas eran esos tontos que pensaban que California podía solucionar su crisis ahorrando energía y demandando a los productores.

ENRON SE PASA DE LA RAYA
17 de agosto de 2001
Los dioses, aquellos a quienes destruyen, los ponen primero en la portada del Business Week. Cuando la edición del 12 de febrero la revista publicó la foto de Skilling en su portada, se supo que estaba a punto de pasar algo malo, tanto a Enron como a su nuevo ejecutivo jefe. Tanto es así, que el martes, Skilling dejó el cargo por “razones personales”. Al día siguiente, admitió que la más importante de ellas fue la caída del 50% que había experimentado la cotización de las acciones de Enron desde enero.
¿Se trata sólo de un caso más de expectativas extravagantes que se frustran, el tipo de historia que se ha convertido en demasiado común en los últimos tiempos?. No, el caso tiene una significación más amplia, Enron, con sede en Houston, se encuentra en la vanguardia de un poderoso movimiento que espera "financializar" prácticamente todo, es decir, comerciar con casi todo como si de opciones sobre acciones se tratara.
El movimiento concierne tanto a la política como a los negocios y la empresa no se ha inhibido a la hora de usar sus conexiones políticas para lograr sus objetivos. Con la llegada de Bush a la Casa Blanca, gracias en parte a Enron, importante impulsor oculto de su campaña, el límite pareció situarse en el cielo.
No obstante, la "financialización" se asemeja cada vez más a un movimiento que ha ido demasiado lejos. Enron era, en un principio, una empresa de transporte de gas natural sujeta, al igual que todas las demás de ese tipo, a la ajustada camisa de fuerza de la regulación, sin embargo, a mediados de la década de 1980, se liberalizó el mercado del gas y Kenneth Lay, que entonces era el ejecutivo jefe y ahora vuelve a suceder a Skilling, vieron en ello una gran oportunidad.
De una empresa que suministraba gas transformó Enron en una que comerciaba con los contratos financieros; tal como lo expresó en Business Week, Enron se convirtió en una empresa más próxima a Goldman Sachs que a Consolidated Edison. Se transformó en la principal referencia del mercado de la nueva y desregulada la industria del gas natural; dado que la desregulación funcionó bien para el gas, que se muestra cada vez más como el carburante de elección del país, el nuevo papel de Enron resultó muy rentable.
Después del gas, vino la electricidad, a medida que la desregulación hacía furor en todo Estados Unidos, Enron asumió un papel clave como corredor de electricidad al por mayor, en poco tiempo, la empresa buscaba nuevos mundos que conquistar: el abastecimiento de agua, el ancho de banda y los cables de fibra óptica en comunicaciones, el almacenamiento de datos e incluso los espacios publicitarios.
Entonces las cosas empezaron a ir mal, Enron abandonó su actividad en el mercado del abastecimiento de agua, cuando quedó claro que los gobiernos estatales se mostraban reacios a confiar una materia tan estratégica a la magia de la mano invisible. Los escépticos, además, encontraron una buena justificación a su falta de fe cuando la desregulación de la electricidad, que se presumía iba ser una historia de éxito seguro, descarriló de forma espectacular en California.
Los verdaderos creyentes insisten en que la crisis energética del 2000 al 2001, que traspasó decenas de miles de millones de dólares del bolsillo de los contribuyentes a las empresas generadoras de energía y, asimismo un buen bocado a Enron, no constituyó una condena a la desregulación, pues todo fue culpa de los políticos entrometidos, que no permitieron funcionar al mercado. Sin embargo, esa afirmación no resulta demasiado creíble, sobre todo porque no es verdad. La auténtica lección de la catástrofe de California fue que la inquietud que, en un principio, condujo a la regulación, el poder del monopolio y la amenaza de la manipulación del mercado, tiene todavía hoy un fundamento real.
Los gobiernos estatales y locales, alertados por lo que ocurrió en California, van a ser de ahora en adelante, mucho más cautelosos con respecto a la desregulación. Existe, incluso, un movimiento para volver a regular el mercado de la electricidad. Eso da menos oportunidades a Enron, pues la cotización de sus acciones depende de las expectativas de encontrar nuevas Californias que conquistar.
Por supuesto, las personas que Enron puso en la Casa Blanca todavía están ahí, y parecen no haber aprendido nada de lo que sucedió en California. Es verdad que, en ocasiones, el gobierno Bush cede en sus principios de libre mercado; cree, por ejemplo, que los productores de energía necesitan fuertes subsidios, aunque las carencias que se supone que esos subsidios habrían de corregir se hayan vuelto imaginarias (un reciente artículo de portada de Barron’s advertía acerca del próximo exceso energía). Pero, por otra parte, la fe guebernamental en la total desregulación de los mercados no presenta fisuras. El nuevo presidente de la comisión federal reguladora de la energía, la agencia de control que, llamativamente, se negó a ejercer su papel en California es, como ya habrán adivinado ustedes, un tejano con estrechos lazos con la industria energética. Asimismo, el gobierno sigue creyendo que la "financialización" es la forma adecuada de proceder respecto prácticamente todo, desde los certificados escolares a la Seguridad Social.
Pero se equivoca, y esperemos no necesitar de una concatenación de catástrofes para aprender que existen límites a lo que los mercados pueden hacer.

EL CHICO GORDO Y FUMADOR
10 de mayo de 2002
Comencemos con un viejo chiste: un granjero oye ruidos sospechoso en el gallinero, ¿Quién anda ahí? pregunta, “nadie sólo nosotras, las gallinas” contesta el ladrón; satisfecho el granjero vuelve a acostarse.
Esto sintetiza el comportamiento de los responsables federales de la regulación durante la crisis de la electricidad en California. Como vengo señalando desde hace más de un año, existen fuertes pruebas circunstanciales de que la manipulación del mercado tuvo un papel clave en la situación que dió. Las empresas energéticas tenían el motivo, los medios y la oportunidad para causar una subida vertiginosa los precios. Además, la crisis manifestó puso de manifiesto las características que serían de esperar en el caso del que la manipulación del mercado estuviese desempeñando un papel importante: gran parte de la capacidad del Estado en generar energía permaneció sin utilizar, incluso cuando los precios al por mayor subieran 50 veces más de lo normal.
Sin embargo, los funcionarios federales, de Bush para abajo, no ofrecieron a California mas que sermones sobre las virtudes del libre mercado. La comisión federal reguladora de la energía (FERC), que se supone vigila este tipo de cosas, no encontró pruebas de juego sucio.
En esencia, la comisión preguntó, como en el chiste, a las empresas eléctricas si estaban manipulando el mercado ¿quién, nosotros?, contestaron ellas, y eso fue todo. Mi estudio favorito de la FERC descubrió que las empresas energéticas tenían la capacidad para ejercer el poder del mercado, y que les sería rentable hacerlo, aunque no existieran pruebas de que, en efecto, lo hubieran hecho. ¡Esos directivos de la energía deben ser unos chicos fabulosos!.
Lo significativo de las pruebas indiscutibles que constituyen los memorandos de Enron que salieron a la luz hace unos días, demuestran cómo eran en realidad esos directivos de las empresas energéticas. Resulta que Enron, en efecto, amañaba el mercado utilizando estratagemas bautizadas con nombres tan astutos como Chico Gordo, Estrella de la Muerte y Llama al Retaco, ¿quién dijo que los negocios no puede ser divertidos?
Esos memorandos se hicieron públicos pese a la determinación evidente de la FERC de no encontrar nada malo en su investigación. Sabemos que, en efecto, el gobierno Bush permitió a Enron escoger a los miembros de la comisión. Tal como lo expresó un funcionario de California: “La FERC es como un padre que no quiere creerse que su hijo adolescente va por mal camino. Los documentos son significativos, porque equivalen a encontrar en la mochila del chico un diario, en el que dice: Robé en la tienda de bebidas”.
El gran riesgo, en este momento, es que esto se trate como un asunto que concierne únicamente a Enron. Sería una equivocación: Enron era más un comerciante que un productor de energía, y como tal sólo podría haber ejercido un efecto limitado sobre los precios. La cuestión principal implica la manipulación del mercado por numerosos productores. Los datos circunstanciales que apuntaban hacia la manipulación son abrumadores. Y si todavía no han salido a la luz memorandos comprometedores, ¿a qué estamos esperando? El caso Enron demuestra lo fácil que les resulta a las empresas borrar sus huellas, sobre todo cuando los responsables de la regulación están de su parte. Si Enron no hubiera perdido su influencia, a causa de la quiebra, es seguro que nunca habíamos oído hablar de Chico Gordo y Estrella la Muerte.
No obstante, hay un aspecto que es especifico de Enron en este caso. Es posible que yo haya cometido una injusticia con Thomas White, secretario del ejército, que dirigió Enron Energy Services, un departamento al que se utilizó, ante todo, para generar beneficios fraudulentos, o así lo pensé, mediante el inflado del valor de las acciones de la empresa. Sin embargo, ha resultado que ese departamento desempeñó también otra función: la de crear transacciones comerciales de energía ficticias, y así elevar los beneficios reales de Enron a expensas del Estado de California. ¿Por qué razón concreta sigue White en su cargo?
Lo que en verdad me molesta de este asunto, con todo, no es el comportamiento de las empresas energéticas. Ni siquiera la actitud del gobierno Bush, a pesar de que este no sólo se mostró indolente mientras se robaban alrededor de 30 mil millones de dólares al Estado de California, sino que también explotó con desvergüenza la miseria del Estado para promocionar su propio plan energético, por completo irrelevante. Ahora, por supuesto, ese mismo plan energético es esencial para la guerra contra el terrorismo.
No, lo que realmente me fastidia es la posición que tantos analistas políticos y de negocios adoptaron: que la catástrofe de California no demuestra nada acerca de los riesgos del arte regulación y los peligros de tanto amor al libre mercado. Defienden que la culpa fue de la propia California, por haber creado un sistema defectuoso: una palabra maravillosamente vaga, que sirve para rehuir la necesidad de explicar lo que ocurrió en realidad. De hecho, el principal defecto consistió en que el sistema no contenía los dispositivos necesarios para evitar la manipulación del mercado estoy seguro asimismo, que se procurará con determinación pasar por alto incluso estas últimas revelaciones. Al fin y al cabo, ¿por qué permitir que los hechos se interpongan en el camino de una teoría tan hermosa y políticamente conveniente?

A PLENA LUZ DEL DÍA
27 de septiembre 2002
Usted es una de las grandes empresas que venden electricidad al por mayor. Seguramente se le ocurrirá lo siguiente: ¿qué pasaría con los precios si una de mis centrales eléctricas sufriera una avería? Y, cuando las empresas ponen en práctica ésa ocurrencia... bueno, ya se lo pueden figurar ustedes.
Escribí en el mes de marzo de 2001, cuando la crisis del suministro eléctrico de California se encontraba en su apogeo. Incluso entonces los expertos con los que hablé, economistas que habían seguido de cerca la situación, y tenían amplitud de miras, pensaban que las empresas energéticas estaban creando la escasez de suministro eléctrico de forma deliberada. No obstante, sólo en las últimas semanas, tras una serie de informes y sentencias irrecusables, la opinión general ha aceptado lo obvio a regañadientes.
En eso consiste el auténtico misterio de la crisis de California: ¿cómo es posible que se roben 30 mil millones de dólares a plena luz del día?
Es cierto que siempre fue difícil precisar los actos concretos de manipulación del mercado, Wolak de Stanford hace la analogía entre las empresas tecnológicas y el empleado que llama una y otra vez para decir que está enfermo: la pauta es evidente, a menos que se coja simulando una dolencia será difícil probar que está fingiendo.
Sin embargo, las pruebas empiezan a acumularse. Primero surgieron esos memorandos de Enron. Luego la comisión de suministros públicos de California determinó que la mayor parte de los apagones que el Estado padeció entre noviembre 2000 y mayo 2001 no ocurrieron debido a que la capacidad generadora de electricidad fuera insuficiente, sino a que las grandes reservas energéticas mantuvieron fuera de servicio gran parte de su capacidad productiva. Más recientemente, un juez de la comisión federal reguladora de la energía ha fallado que El Paso Corporation utilizó el control que poseía sobre un gasoducto clave para generar una escasez artificial de gas natural.
Pero ¿por qué las empresas de energía pensaron que podían salirse con la suya? Una respuesta quizá sea que los presuntos malhechores son grandes contribuyentes del Partido Republicano. Algunos analistas han sugerido que las empresas de energía se sintieron libres de manipular el mercado porque creían que habían comprado la protección de la regulación federal; los que piensan en conspiraciones señalan que la falta severa de energía comenzó justo después de las elecciones del 2000, y terminó cuando los demócratas obtuvieron el control del Senado.
Los responsables federales de la regulación seguramente daban la impresión de estar decididos a no ver ni oir nada malo, y por encima de todo, a no revelar los indicios del mal a los funcionarios estatales.
Un fallo anterior de la FERC sobre El Paso era, de acuerdo con muchos observadores, un encubrimiento de faltas. En otro caso, AES/Williams fue acusada de cerrar plantas generadoras, lo que obligó al sistema energético a comprar energía a otras unidades de la misma empresa, a unos precios mucho más elevados.
En abril de 2001 la FERC y Williams alcanzaron un acuerdo según el cual la empresa devolvió los beneficios adicionales, si bien sin pagar multa alguna, y la FERC ocultó la prueba. La semana pasada la CBS News informó que “los responsables federales de la regulación tienen grabaciones de la sala de control de energía que prueba que los comerciales de Williams Energy llamaron a los operadores de la central y le dijeron que cortaran el suministro. El Gobierno, en un acuerdo secreto ¿el mismo acuerdo?, selló las cintas, y todavía se niega hacerlas públicas”.
Si eso es cierto, la FERC cogió por lo menos a una empresa flagrante delito, en plena crisis, en un momento en que los funcionarios del Estado de California rogaban a la comisión que actuara, y después encubrió el hecho. Sin embargo, el episodio ha tenido poca repercusión pública.
Por alguna razón, nunca ha estado de moda hablar de lo que realmente sucedía California. Cuando la crisis estaba en el peor momento, la mayoría de los comentaristas se atuvieron a un argumento que culpaba a los burócratas entrometidos, y no a las empresas que se estaban beneficiando de la situación. Cuando la crisis terminó, el asunto de pronto se volvió viejo.
Tal vez nuestra fe nacional en el mercado libre sea tan fuerte que, sencillamente, a la gente no le apetezca hablar de un caso en el que el mercado se comportó especialmente mal. No obstante, todavía me intriga la falta de atención que se prestó no sólo al desastre, sino también a los indicios de encubrimiento. Al fin al cabo, este fue el caso más llamativo de abuso de poder del mercado desde los días de los magnates ladrones, y los federales no hicieron nada para ponerle freno.
Asimismo, si la FERC se portó un modo extrañamente ineficaz durante la crisis de California, ¿qué podemos esperar otras instituciones? En todo el gobierno, desde del departamento del interior y el servicio forestal, hasta la agencia de protección ambiental, los antiguos miembros de los grupos de presión de las industrias reguladas están hoy posiciones clave, y se muestran poco inclinados a crear problemas a sus antiguos y futuros empleadores.
Por consiguiente, pasamos por alto la experiencia de California por nuestra cuenta y riesgo, es muy probable que sea representativa de lo que está por venir.

DELIRIOS DE PODER
28 de marzo de 2003
Se consideraban asimismo realistas decididos, y tenían a los que dudaban como unos llorones confusos. Acallaron a los que cuestionaban sus premisas, a pesar de que entre los escépticos se incluían muchos de los analistas del propio gobierno. Se mostraban totalmente seguros y, sin embargo, con una rapidez asombrosa, todo lo que dijeron resultó ser pasmosamente erróneo.
No, si no me refiero la guerra; hablo del grupo de trabajo sobre la energía que Dick Cheney dirigió en 2001. Con todo, algunas semejanzas inquietantes existen entre los dos temas. En estos momentos, los analistas políticos se preguntan cómo Cheney que predijo, muy seguro, que “recibirían como libertadores” a nuestros soldados pudo haberse equivocado tanto. Sin embargo, un nuevo informe devastador acerca de la de la crisis energética de California no recuerda que Cheney se mostró igualmente seguro, e igualmente equivocado, con relación a estos asuntos.
En la primavera de 2001 las luces se apagaban a lo largo de toda California. Había apagones parciales y totales, y el precio de la electricidad subió vertiginosamente. En plena crisis, se convocó al grupo de trabajo de Cheney. El grupo concluyó, en síntesis, que la crisis energética era un problema de largo plazo causado por los burócratas entrometidos y los malditos ecologistas al no permitir que las grandes empresas hicieran lo que tenía que hacer. ¿La solución? Recortar las normas medioambientales y proporcionar subsidios de miles de millones de dólares a la industria de la energía.
En el camino, Cheney descartó burlonamente el ahorro energético como un simple “signo de virtud personal”, y desdeñó a los funcionarios californianos que reivindicaban el control de los precios y afirmaban que la manipulación del mercado estaba exacerbando la crisis. Para ser justos, casi todos, tanto en la política como en los medios de comunicación, compartían la actitud de desprecio de Cheney en este último, y sí, es cierto que me doy palmaditas en la espalda por haber tenido razón, pues ahora sabemos que Cheney estaba equivocado en todo lo que dijo.
De hecho, la crisis energética en California no tenía nada que ver con las restricciones medioambientales, aunque sí mucho con la manipulación del mercado. En 2001, las pruebas de esa manipulación eran meramente circunstanciales. Sin embargo, ahora contamos con un nuevo informe de la comisión federal reguladora de la energía, que hasta estos momentos había descartado las acusaciones de manipulación del mercado, ya no: el nuevo informe concluye que ésta ocurrió de forma generalizada, y proporciona una montaña de pruebas directas, que incluyen conversaciones telefónicas, correos electrónicos y documentos internos. Ya no cabe duda: la escasez de energía en California fue en gran parte artificial, y las empresas eléctricas la causaron con el fin de elevar los precios y sus beneficios.
¡Ah! y ¿qué acabó con la crisis? Los factores fundamentales fueron el ahorro energético y el control de precios. Entretanto, ¿qué pasó con esa escasez de capacidad a largo plazo, que había hecho necesario que se recortaran las normas de protección medioambiental y que se proporcionaran grandes ayudas financieras a las empresas? Meses después de hacerse público el informe de Cheney, los analistas bursátiles rebajaban las valoraciones de las empresas energéticas, debido a su exceso de capacidad de producción a largo plazo.
En resumen, Cheney y sus decididos realistas hablaban de forma engañosa: su informe describía un mundo de fantasía que no tenía relación con la realidad. ¿Por qué se equivocaron tanto?
Una respuesta es que Cheney se aseguró que su grupo de trabajo sólo incluyera nombres que pensaban de un modo semejante: hasta donde podemos decir, no consultó con nadie, excepto con los ejecutivos de las empresas energéticas. Por consiguiente, el grupo de trabajo estaba sujeto a la que los militares denominan “amplificación incestuosa”, es decir, “una condición de la guerra en la que sólo se escucha a los que ya se encuentran en una situación de estrecha concordancia, lo que lleva a que se refuercen las creencias establecidas y se cree una situación propicia para los cálculos equivocados”.
Otra respuesta es que Cheney, en esencia, recibió consejo de cómo terminar con la crisis energética de las mismas empresas que la habían creado, para su diversión y beneficio. Sin embargo, ¿conocía él la broma?
Es posible que nunca sepamos lo que en verdad ocurrió en el grupo de trabajo, dado que el gobierno Bush ha ido extraordinariamente lejos para impedir que lo descubramos. Al principio, la oficina general de contabilidad, apartidaria, que se supone debe actuar como un vigilante interno, parecía decidida a ahondar en el asunto. No obstante, después de las elecciones de mitad del mandato, según el boletín, The Hill, los congresistas republicanos abordaron al presidente de la institución y le amenazaron con recortar el presupuesto si no se volvía atrás.
He ahí donde se encuentra la moraleja más amplia. En los últimos dos años, Cheney y otros altos funcionarios se han equivocado una y otra vez, con respecto a la energía, la economía y el presupuesto. Sin embargo, la presión política los ha aislado de toda consecuencia adversa. Por tanto, ni ellos ni el país aprenden de sus errores que, desgraciadamente van en aumento.