05 febrero 2007

Cambio climático: problema y oportunidad global

José Borrell

Las evidentes alteraciones climáticas de este atípico invierno han catapultado la cuestión del cambio climático al primer plano de la actualidad.
Y la lucha contra el calentamiento atmosférico se impone como una realidad global que afecta a todos, incluido al señor Bush.
En efecto, el presidente que despreció olímpicamente el Protocolo de Kioto dedicó, hace algunas semanas una buena parte de su discurso a la Nación a la cuestión del medioambiente y las economías de energía. Un importante cambio de posición.
En Estados Unidos, se empieza a tomar conciencia de que su actual pauta de consumo de petróleo, que con el 5 % de la población mundial consumen el 45 % de la producción mundial de petróleo, no puede continuar. Y los medios empresariales empiezan a pensar que hay mucho dinero que ganar en la lucha contra el cambio climático y que Bush, por su testarudez, se ha convertido en un obstáculo.
Y es que el calentamiento global y la búsqueda de soluciones para descarbonificar la energía se ha convertido en un problema global y una cuestión de sociedad de la que se habla y discute en todos los foros, pero también en una oportunidad, ya que podría ser un instrumento de reactivación económica.
Así pues, 15 años después de la Conferencia de Río, se ha producido un gran cambio en las actitudes frente a un riesgo que se confirma y del que ya no se habla sólo en términos de costes, sino también de oportunidades.
Este cambio es de una enorme importancia. La batalla de las ideas parece ganada y ahora debe ser más fácil actuar en consecuencia. Sobre todo para preparar el después de Kioto a partir de 2012, introduciendo medidas más coercitivas y un mayor grado de coordinación internacional.
En realidad, las medidas previstas por el Protocolo de Kioto no habrán conseguido, en el 2012, sino disminuir ligeramente las emisiones de los países desarrollados firmantes y apenas inflexionar las de los países emergentes. Es necesario pasar a una velocidad superior y, sobre todo, incorporar a Estados Unidos, el mayor emisor de gases de efecto invernadero así como a los países emergentes India y China.
Los esfuerzos de Europa son muy importantes pero hay que ponerlos en la perspectiva de su dimensión relativa. El norteamericano medio genera 20 Tm de carbono equivalente al año; el europeo 10; el chino 4; y el hindú 2. Es evidente que no se les puede exigir las mismas responsabilidades a unos y otros ni someterles a las mismas restricciones.
Pero el rápido desarrollo de los países emergentes debe ser tenido en cuenta en el balance global. Al ritmo actual, China será dentro de diez años la mayor generadora de gases de efecto invernadero.
Ahora bien, estas expectativas de evolución no eximen a los países desarrollados de hacer el mayor esfuerzo, todo lo contrario.
Pero lo importante es tomar clara conciencia de que sin una ruptura tecnológica mayor en las formas de producir y consumir energía no será posible a la vez mantener el nivel de vida de los países desarrollados, impulsar el desarrollo de los emergentes y, al mismo tiempo, evitar el calentamiento atmosférico y sus consecuencias.
La semana pasada el Grupo Internacional de Expertos sobre el Clima, publicó su cuarto informe que confirma el papel de la actividad humana en el aumento de las temperaturas y la previsión de que continuarán aumentando sensiblemente. Las cifras que se avanzan no son muy diferentes de las anunciadas antes, pero son mucho más creíbles que nunca.
El calentamiento global del planeta y sus efectos de cambio climático son un problema que nos afecta a todos, cualquiera que sea la responsabilidad de unos y otros en su origen.
Estamos antes una tarea colosal pero llena de oportunidades. Las economías y sociedades del siglo XXI se construirán sobre la descarbonificación de la energía, el abandono de los hidrocarburos, las técnicas de secuestro del CO2, la mejora de la eficiencia y eficacia energética y el desarrollo de todas las formas de energía renovables.
La energía nuclear, como el gas, puede desempeñar un papel en la transición que tendrá que ser debidamente analizado, pero no puede ser la solución a escala planetaria.
La elección no es entre crecimiento y medio ambiente, entre crecimiento y cambio climático, porque los procesos de innovación tecnológica y de conciencia social nos pueden permitir hacer de la defensa del medio ambiente un poderoso impulso al crecimiento económico que necesita una gran parte de la Humanidad para salir de su pobreza.

Publicado en El Siglo 2007